El desarrollo no puede ser sino local, de igual modo que no puede ser sino “humano”, “sustentable”, “endógeno”, porque de otro modo ¿qué entelequia sería? (Boisier, 2005).
Globalización y territorio configuran un par sobre cuya existencia misma hay posiciones encontradas: quienes sostienen que la globalización devalúa el territorio y los que consideran, por el contrario, que lo revaloriza. En rigor, ambas posturas contienen partículas de verdad. Por un lado, las corporaciones globalizadas concentran y localizan en donde les es más conveniente. Pero, al mismo tiempo, las economías de flexibilidad y de diferenciación parecen retornar a aquello de que “lo pequeño es hermoso”. Aunque tampoco el pequeño tamaño puede permanecer “desconectado”, ya que esa carencia de escala lo hace inviable. Por ello, para ser “pequeños” y “gigantes”, al mismo tiempo, se van conformando nuevos encadenamientos o “distritos” ya no sólo industriales sino productivos, en el sentido más amplio de la palabra.
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